Los abuelos y ancianos sabios del continente americano hablan de una profecía que predice que vamos a unirnos y reunirnos como Uno solo: es la profecía del cóndor y el águila que vuelven a volar juntos. Ellos dicen que somos como un cuerpo que se rompió en pedazos y debe volver a juntarse para ser completo de nuevo. Los ancianos dicen que esa realidad se dará al unirse el sur, el centro y el norte del continente americano. Aseguran que debemos mantener el fuego encendido hasta que se cumpla la historia, pero para llegar juntos a ser como Uno, debemos tener paz interior.
La profecía comenzó a cumplirse hace unas semanas cuando los ancianos del sur se reunieron en enero pasado en Colombia para recibir la Danza del Sol que llevaron a su tierra los nativos de la tribu Lakota de Norteamérica.
La Danza del Sol se realizó en Maya (Cundinamarca, en el llano colombiano) del 6 al 13 de enero de 2013. Allí se juntaron 50 danzantes (33 hombres y 17 mujeres) de toda América (Colombia, México, Chile, Puerto Rico y Perú, entre otros países representados) que bajo el ritmo de los tambores y los jefes Lakota del norte bailaron durante cuatro días de sol a sol sin comer ni tomar agua.
La Danza del Sol es una ceremonia espiritual practicada desde hace siglos por algunas de naciones indígenas norteamericanas. Cada tribu tiene su propia forma de realizar la ceremonia, aunque la mayoría de ellas tienen elementos comunes como la danza, el canto y el rezo. Danza del Sol en lengua Lakota se dice Wiwang Wacipi, cuyo significado literal es “danzar mirando fijamente al Sol”.
El abuelo Alfonso Castillo explica que “no se trata de un culto al Sol sino de una ceremonia de renovación del mundo y de agradecimiento por una año más de vida para todas nuestras relaciones y para pedir armonía y balance en nuestra vidas”.
“Se danza alrededor de un árbol que es el prototipo del ciclo de la vida -agrega-. En ese ciclo nosotros somos las hojas, cada hoja tiene sus características individuales e igualmente todas son parte del árbol, crecen, maduran, mueren y regresan a la tierra, de la misma manera que lo hacemos nosotros. Además, se hacen sacrificios de sangre, que es el oficio de lo sagrado y en la danza del sol tienen como objetivo traer una vida de luz para todas nuestras relaciones. La ceremonia es de carácter universal, donde todos somos bienvenidos a este Círculo Sagrado pues se trabaja con la cosmogonía representada en símbolos. Estos símbolos tienen la habilidad de hablarnos de acuerdo a nuestro nivel de entendimiento, y son fundamentales en el desarrollo de la ceremonia”.
Alfonso explica que “se saludan las energías que rigen la vida sobre la Madre Tierra mediante la consagración de las siete direcciones y se trabaja con los cuatro elementos básicos que trajeron la vida sobre la Madre Tierra y el ejercicio de la relación con todos estos elementos”.
El gobierno de Canadá prohibió algunas de las prácticas de la Danza del Sol durante el Siglo XVII, y Estados Unidos hizo lo mismo en 1904. En la actualidad esta ceremonia sagrada es de nuevo considerada como tal desde la presidencia de Jimmy Carter en los Estados Unidos (1976/80). Desde entonces se empezaron a realizar actividades para el reencuentro y reconocimiento de las culturas ancestrales de nuestros pueblos americanos con el objetivo principal de recuperar el amor por nuestra Madre Tierra.
De acuerdo al abuelo Alfonso “las oraciones para traer este conocimiento, esta danza a Colombia, empezó hace cuatro años, pero al jefe que tenía que ir a Colombia el Gobierno de EE.UU. no le permitió viajar, así que el jefe Galen aceptó el desafío”.
Alfonso asegura que “al bailar sentimos el calor que nuestra Madre nos está dando. El mensaje de los abuelos y abuelas es cuidar esa semilla de sabiduría para aplicarla el resto del año. Esta ceremonia nos recuerda que todos Somos Uno, que el mensaje es el Amor, pues cuando nos amamos a nosotros mismos y a todas nuestras relaciones, sabemos que entonces no habrá más guerras sobre la Tierra. Pero como tenemos mala memoria debemos recordar nuestro propósito en la Tierra y eso es la Danza del Sol: tomamos los elementos que nos dieron la vida y trabajamos con ellos para refrescar nuestra memoria”.
“Así nos entendemos entre nosotros y vemos más claramente cómo son las cosas que estamos viviendo, sin sorpresas, pues no nos hemos olvidado de dónde venimos, ni lo que podemos esperar de lo que estamos viviendo y así vivimos de manera activa con las enseñanzas de la Madre Tierra”, sentencia Alfonso con una sonrisa en sus labios.
El jefe Galen, descendiente directo de los nativos americanos Lakota, tuvo un hijo que nació en Colombia en 1998 durante una ceremonia. Desde entonces sabe que su vida está ligada a la profecía y dice estar contento por haber regresado al sur del continente: “Hace 45 años que soy líder de esta danza, he sido colgado 93 veces del árbol y siempre regreso a danzar pues es nuestra forma de llevar nuestras oraciones al Gran Espíritu. Rezamos a las cuatro direcciones y al Padre Cielo y por eso en las ceremonias siempre suceden muchos milagros de sanación”.
Sobre las ofrendas al árbol explica que se le hacen pues “el árbol va a permanecer de pie como un guerrero durante un año por nosotros. Esta danza ha estado con nosotros desde antes que el hombre blanco pisara nuestras tierras y permanece aún con nosotros por su poder verdadero. Los danzantes sienten el llamado y experimentan una conexión divina en su materia (cuerpo) como bendiciones y apertura”.
Son días agotadores. Antes de danzar, los danzantes y sus apoyos (como yo) preparan el círculo sagrado donde por cuatro días bailarán al sol. Por la noche se realizan ceremonias de purificación en los temascales hasta que llega el momento. Las fotos y los videos están absolutamente prohibidos en el campamento. Cada día de danza, los danzantes son llamados por medio de un tambor a un temascal a las 4:00 de la mañana. Tras la purificación se cambian de ropa. Ellos van con el torso descubierto y ellas con vestidos que cubren desde sus hombros hasta debajo de las rodillas. Todos van descalzos y ataviados con coronas de salvia en la cabeza, las muñecas y los tobillos. Danzan de sol a sol en siete rondas de más de una hora cada una, bailando alrededor del árbol, con descansos de media hora bajo un sol inclemente. Al finalizar la jornada, otro temascal con baño de vapor en las piedras calientes y a dormir sin comer hasta el día siguiente.
Cada día de la Danza se trabaja con un cuerpo: el físico, el emocional, el mental y el espiritual. Cuando un danzante flaquea es llevado al temascal para su recuperación. En los sacrificios, los danzantes hombres (y algunas mujeres) engarzan una soga desde la piel de su cuerpo al árbol hasta que halando producen pequeños cortes que son ofrendas de sangre. Los danzantes águilas permanecen por cuatro días “atados” al árbol hasta que el último día tiran de su cuerpo con fuerza hasta que la soga cede y así realizan su ofrenda de carne. Los ancianos indígenas explican que para la mente occidental es difícil comprender un acto de esta naturaleza, pero según ellos no supone ningún sufrimiento para quien lo realiza, sino que se trata de un acto generoso de entrega y comunión con el Gran Espíritu y lo sagrado.
Luego de los cuatro días de danza hubo un gran festín en homenaje a los danzantes, muchos de los cuales regresaron al día siguiente en autobús a Bogotá (ocho horas de distancia) para viajar luego de regreso a sus países. Todos sabíamos que nuestros equipajes estaban más pesados. Esta experiencia de la Danza del Sol nos deja marcados para siempre con el amor que la Madre Tierra manifiesta en cada uno de nosotros. Regresamos a la civilización, pero sabiendo que Todos Somos Uno, que el aumento de la conciencia espiritual es inevitable y que las nuevas oleadas de energías nos llevan a un cambio inexorable de conexión con Gaia y con nuestra divinidad.
Recibimiento en la maloca, el vientre de la Madre Tierra
Un día antes de partir hacia el llano colombiano donde se realizó la Danza del Sol, los ancianos del sur recibieron esta ceremonia en una maloca ubicada en el Jardín Botánico de Bogotá, que representa el vientre de la madre.
En la maloca la energía de los abuelos se podía palpar en el ambiente. Diferentes etnias colombianas recibieron a los Lakota y saludaron a los padres espirituales del territorio y a los elementos. “Ya es el momento de juntarnos, de compartir el espíritu de la luz para caminar de regreso al origen”, sentencia uno de los abuelos presentes. “Con cada uno de ustedes llegó el espíritu de cada país para decirnos cómo caminar juntos y cómo sanarnos. Los recibimos con amor, como siempre ha sido y debe ser, para cuidar de la Madre Tierra. Este reencuentro nos lleva a un lugar sagrado, a una medicina, un camino para seguir trabajando en unidad y amor, que es nuestra verdad”, agregó.
Una de las abuelas del Amazonas, cuidadora de la maloca, se muestra “orgullosa de que el vientre de la madre reciba todas estas semillas de amor. Todos Somos Uno con diferentes caras, debemos compartir los frutos de la madre pues esa es la enseñanza del Amazonas, las plantas sagradas nos hablan de unión y de que la paz sólo se encuentra uniéndonos para sanar a la Madre Tierra que está sufriendo. Hagamos un tejido de amor y sabiduría para sanarla. Somos niños caminando con los ojos cerrados, pero todos seremos sabios si vamos de la mano de los ancianos que están para guiarnos de regreso a la Fuente”.
Los hermanos de la etnica miusca realizaron un baile para reconocer a los ancianos que han mantenido encendido el fuego sagrado. “Ahora llega el águila y tenemos que hacerle casa en nuestro territorio. La Danza del Sol no termina aquí, es sólo el principio y una educación de que los indígenas no sólo somos un ritual”, explica uno de sus ancianos. Acto seguido presentaron varias ollitas de barro donde se guardaron las intenciones del momento y nuestros rezos.
El abuelo muisca dice: “En el momento que estamos haciendo estos acuerdos terminó un ciclo (maya). No es una visión apocalíptica ni que cambiará el mundo por magia. La semilla galáctica está sembrada y nos corresponde a nosotros (la Humanidad) organizarnos para que esa semilla retorne y una el Cielo con la Tierra. Así lo hicieron las antiguas culturas. Ahora debemos reconocer que el mundo moderno ha fracasado pues no cuida de la semilla humana. Los pueblos indígenas debemos mirar hacia adentro y luego expresar hacia afuera para crear esa nueva semilla en la tierra. Tenemos que salir a diseñar el mundo nuevo y enseñarles cómo es el nuevo gobierno, la nueva escuela y así organizar de nuevo a las comunidades. Esta semilla debe traer abundancia, debemos pensar en otro sistema político, financiero y de salud que sea concreto y abarque a toda la humanidad y así se manifieste el cielo en la tierra”.
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Para mayor información, puede comunicarse con la Fundación Danza del Sol Colombiafundancesuncolombia@gmail.com o con el abuelo Alfonso Castillo: eacp6@hotmail.com