jueves, 6 de mayo de 2010

¿Que son los orbes?

INTRODUCCIÓN:

He de matizar que creo profundamente en la naturaleza anormal de este fenómeno, y descarto cualquier tipo de explicación ‘ortodoxa’ en aquellos casos que son claros para mí. Lo hago así por su correlación innegable con otros tipos de anomalías con las que se relacionan de forma muy íntima y que durante estos años de estudio e investigación he logrado recomponer en un curioso puzzle. Para los escepticos y dogmáticos, solo declararles mi profundo respeto al igual que mi sólida postura en contrario. No han sido pocas las veces que un escéptico ha intentado explicarme, entre generosas sonrisas de condescendencia, la naturaleza ‘normal’ y nada sobrenatural de este curioso fenómeno.

Las alusiones a fallos fotográficos, granos de polen, insectos nocturnos, partículas de kleenex en el objetivo, glóbulos termales de la atmósfera, e incluso, sorpresivamente, la posibilidad de que fuera un lucero o el planeta Venus me dejaron como poco, estupefacto. Me resulta imposible imaginarme un insecto de forma esférica perfecta, un grano de polen del tamaño de una pelota de tenis o una partícula de polvo que se mueve ella sola por el objetivo. Cabe añadir que he obviado tanto estas declaraciones presuntamente
reduccionistas de algunos escépticos como las más extravagantes de personas que han optado por el lado contrario. Sin embargo, respeto todas y aplicando algo de benchmarking, he conseguido aprovechar algunos contenidos. Paso pues a exponer sin más dilación el primer item del tema.


1. La Forma Perfecta

Entendemos como orbes, aquellos fenómenos luminográficos, invisibles al ojo humano en condiciones normales, que aparecen reseñados en soporte fotográfico y videográfico como pequeñas esferas, traslúcidas o transparentes, diferentes en tamaño, color y densidad y que, dejando a parte factores físicos naturales, no poseen una explicación natural. Pueden aparecer en soporte fotográfico y digital, aunque a simple vista son invisibles o indetectables. Tambien se han recogido imágenes de orbes en formato video (la mayoría de las veces con cámaras de video equipadas con night-shoot o fotomultiplicadores para visión nocturna). En definitiva, aparecen como delicadas ‘burbujas de jabón’ aunque con algunos aspectos característicos que después definiremos.


Al parecer se conocen desde hace mucho tiempo y fenómenos similares han sido bautizados con llamativos nombres en muchas partes del mundo. Faery Lights, Hobbedy's Lantern, Corpse-Candle, Elf Fire, Jack-o-Lantern, Will-o'-the-Whisp, Bob-A-Longs, Night Whispers, Fire Faeries, Jenny Burnt-Tail , Hunky Punky, Teine Sith, Huckpoten, Irrbloss, Les Eclaireux, Candelas, Ruskaly, Fox Fire, son algunas de las denominaciones extranjeras para estos fenómenos similares. Los japoneses los llaman de forma muy gráfica "hito-dama", que significa algo así como persona-globo.

Podemos afirmar que ordinariamente son formas móviles y que su movimiento puede parecernos, caprichoso y errático. Algunas veces poseen una trayectoria puramente balística, dejando un curioso reguero en la fotografía debido a su alta velocidad. Otras veces, las series de instantaneas muestran un movimiento pausado tipo ‘mosca’, con trazados y circunvoluciones suaves y lentas.

Su forma es perfectamente esférica, aunque el autor posee pruebas fotográficas de orbes con formas más exóticas (cardioides, en forma de escudo, estrella o mórula, acampanados, etc). Desconocemos el motivo para que estas extrañas formaciones adopten una forma esférica pero algunos investigadores han teorizado lo siguiente; en el mundo natural la esfera es la forma más perfecta y de diseño más económico y en relación a los orbes la esfera sería la mejor manera de ‘contener’ de forma económica un paquete de energía.

Ocasionalmente se agrupan en ‘clusters’ o aluviones, formando una imagen extremadamente densa de globulos esféricos, situados a diferentes distancias y alturas, y con colores y densidades tambien diferentes, y haciendo prácticamente imposible realizar un recuento numérico. Su tamaño estandar parece ser el equivalente a una pelota de ping-pong aunque tambien se han fotografiado orbes de dimensiones gigantes y otros de tamaño minúsculo. Su gradación en la coloración y en la traslucidez sugiere que efectivamente poseen diferentes densidades y que reflejan de forma distinta la radiación luminosa. No parecen tener luminosidad propia pero reflejan la luz del flash fotográfico y la radiación infrarroja. Este es un aspecto especialmente problemático, ya que si son capaces de ser iluminados por el flash de la cámara, tambien deberian ser detectados a simple vista. Aparcaremos este asunto para un desarrollo posterior. Su altura de vuelo parece ser extraordinariamente baja. Normalmente suelen flotar a una altura equivalente a un ser humano o incluso a ras del suelo. A pesar de disfrutar de unas propiedades físicas envidiables, su presunta ‘inteligencia’ les lleva a realizar complejas trayectorias de vuelo que podríamos señalar como ‘quasi-humanas’. Podemos encontrar fotografías de orbes subiendo escaleras cuando lo lógico sería realizar un vuelo con trayectoria más lineal y menos compleja por encima de los peldaños. Parecen no interactuar con la materia tal y como nosotros lo entendemos aunque posteriormente veremos que esto admite un par de matices.

Ya hemos comentado que poseen una forma esférica, similar a una burbuja de jabón, aunque destacan aspectos muy curiosos en su estructura. En algunas fotografías se aprecia la existencia de un ‘anillo’ que cicuncinda su perímetro, anillo que observándolo a gran detalle presenta una estrecha estructura de pequeños flecos o filamentos difuminados, muy similares a los producidos por una descarga electrostática. Dentro de la estructura esférica, a veces se situa tambien una forma parecida a un núcleo excéntrico, lo que le da la curiosa forma de un globo ocular. Su sútil estructura y la curiosa forma de presentación de su forma tridimensional nos hace recordar el modelo de célula viva vista al microscopio que todos hemos estudiado en el colegio. Los ejemplares más grandes y activos presentan varios anillos perimetrales concéntricos de finalidad desconocida, pero coherentes con la estructura general.

En relación a su coloración podemos afirmar que el color más frecuente es el blanco y sus diferentes matices de intensidad. A mucha distancia aparece el rojo, rosado y amarillo, y muy poco frecuentes son los orbes de coloración azulada, púrpura o verde. Desconocemos si esta divergencia en la coloración obedece a algún parámetro propio de su naturaleza o bien se trata de un efecto específico de la óptica fotográfica que lo ha detectado.
Los orbes se comportan aparentemente de manera inteligente. Podemos suponerles sin ningún problema un tipo de inteligencia primaria (similar a la de un animal) y es innegable su relación con otro tipo de fenomenos anómalos de significancia elevada (psicofonías, p. ej.).

b. Los orbes presentan tendencias y patrones de comportamiento, es decir, realizan rutinas de actuación y actualizan sus reacciones conforme se varía su entorno. Suben escaleras, se sientan en sillones y reaccionan de forma coherente ante la presencia de un agente. Esto supone un mínimo de inteligencia y emocionalidad.

c. Poseen un cierto instinto gregario y a veces se agrupan colectivamente en ‘clusters’ o mejor, tomando un ejemplo más afín a la biología académica, cardúmen de individuos (como los bancos de peces).

d. Existe una clara variabilidad entre los individuos, con orbes más activos y dominantes y otros con un rol más secundario.
e. Presentan una curiosidad innata por interactuar con todos los seres vivos, especialmente seres humanos y animales domésticos (tambien afines al entorno del ser humano). En este caso, podríamos hablar de cierto instinto doméstico. Y aquí me permitirá el lector retrotraernos de nuevo a fuentes históricas para reseñar la conocida creencia del pueblo romano (la más contrastada entre otras) sobre sus creencias en manes, lares y penates, es decir, entidades espirituales domésticas, usualmente familiares difuntos, que coexistian con los vivos en los hogares familiares y a los que se les rendía un culto privado de índole familiar.


Limpiando los pinceles

A final de esta exposición, nos quedan algunos puntos oscuros sobre el tema. En primer lugar, cual es la razón por la que los orbes, siendo detectados por cámaras fotográficas y videográficas, no pueden ser vistos a simple vista. En realidad, esto no es así. Existen testimonios de personas que los han observado nuda natura, es decir, a simple ojo. Tenemos en este caso un fenómeno denominado COTET ‘’ Visión por el rabillo del ojo’’ o visión periférica. Este fenómeno aparece en determinados sujetos que afirman haber realizado avistamientos de orbes a través de su visión periférica (la que nos permite p. ej. ver la intensidad de una estrella lejana mirando al cielo indirectamente). El problema estriba en que los orbes, siendo cuerpos sensible al flash de un cámara fotográfica, no son observados directamente por el ojo humano. Se me ocurren dos hipótesis sobre este asunto. Primera, existiría una barrera psicológica en el ser humano que le hace imposible observar (o interpretar lo observado) un fenómeno como son los orbes. Una especie de efecto hipnótico ante determinados fenómenos objetivos que pueden ser fotografiados pero no observados in situ. Podríamos recordar aquí el famoso Velo de Isis de los ocultistas iniciados, esa especie de incapacidad profana para observar hechos y fenómenos de naturaleza sobrenatural y que solo después de algunos entrenamientos rituales seríamos capaces de rasgar.
La siguiente opción que se me ocurre sería una puramente física. Los orbes son estructuras que coexisten entre dos dimensiones y por tanto, quedan fueran de nuestro aparataje sensorial. Algo parecido a intentar ver el vuelo de una bala de fusil disparada a 4.000 km/h. En cualquier caso, es evidente que existe una incapacidad fisiológica del ser humano para detectar estos orbes, y solo aquellas personas con una sensibilidad especial son capaces de observarlos de modo natural.




Otro rasgo a estudiar sería la interacción de los orbes con nuestro entorno. Aparentemente gozan de una física especial que les permite maniobras de vuelo increibles, traspasar la materia, invisibilidad, etc. Sin embargo, el autor posee pruebas fotográficas de orbes reflejados en cristales, proyectando sombras sobre una pared o incluso, afectando a la vertical de la llama de una vela. Esto significa que interactuan de manera clásica con nuestro mundo material, aunque sus efectos quedan fuera de nuestra percepción por motivos que desconocemos.