miércoles, 20 de julio de 2011

Los niños ayudan en consonancia con sus padres

Quisiera decirle algo a los educadores: Si nosotros ayudamos mucho, el niño se enoja. Nosotros lo ayudamos con distancia. Sobre todo los ayudamos en representación de los padres. Es importante que al ayudar nos pongamos por debajo de los padres. Si nos ubicamos por encima de ellos, como si nosotros fuésemos los mejores padres, el niño se enojará con nosotros.

Hoy por la mañana fue muy lindo de ver en una de las constelaciones. El padre se puso detrás del hogar donde su hijo vivía. Por un lado él se puso en un costado. Por el otro estaba detrás de todo lo que el hogar había hecho por su hijo. El hogar pudo apoyarse en él. Eso resultó útil, eso fue bello. Cuando la ayuda para los niños de asilos llega de esa manera, serena y en consonancia con los padres, entonces los niños podrán ser como sus padres. Esto es muy importante. Los niños quieren ser como sus padres.

Cuando le decimos a un niño: Tu padre fue un alcohólico, no seas como tu padre, el niño, por lealtad a su padre, será igual a él. Esta es la consecuencia que estos juicios externos tienen en el alma.

No, el niño quiere ser igual que su padre. Cuando él le dice a su padre: “Yo quiero ser como tu”, el padre mira a su hijo con cariño y le contesta: “Tú tienes derecho a ser distinto a mí”. Justamente de esa manera el niño será libre para desarrollarse por fuera del área de influencia de sus padres.


Yo reflexioné sobre qué es lo que hace grande a la persona. Todo lo que la haga igual a otras personas la hará grande. Todo lo que se desvía de ese camino, de la igualdad con otras personas la empequeñecerá, nunca la hará más grande. Esa es una grandeza humilde. Esa humildad nos permite movernos con serenidad entre las personas. Tan pronto como alguien se siente más grande que los demás éstos dejarán de quererlo. Esto genera agresión. También cuando él se hace pequeño. Quien se comporta como un igual entre los iguales será bien visto en todas partes, sea el lugar que sea.

Cuando los muertos resucitan
¿De qué muertos se trata? ¿De los muertos que en una guerra estaban del otro lado o quienes sufrieron injusticia? De otro modo éstos serán representados después por un niño. Una vez lo hice con los muertos que pertenecían al otro lado, pues el padre de un niño que vivía en un hogar había ejercido violencia contra una tailandesa durante la guerra de Vietnam. El niño fue enviado al hogar porque era agresivo con su padre. Quedó en evidencia que el niño se había hecho cargo de las agresiones de esa mujer.

En la constelación el niño se arrimó a esa mujer y se inclinó profundamente ante ella. De ella vino la bendición.

HELLINGER a ese niño: Ahora te voy a mostrar cómo puedes volver a ser tú mismo. Imagínate a tu padre e inclínate levemente frente a él. Luego giras y te marchas.

Al grupo: Ahora tal vez ustedes puedan percibir con el alma lo que dije antes acerca de la diferenciación de bueno y malo, o mejor aun acerca de la no diferenciación entre bueno y malo. Todas ellas están ancladas en algo de lo que no pueden escapar. Y ustedes pueden dejar que vuestra alma perciba aquello que dije sobre el amor de los niños.

Aquí queda claro que en familias en las que el padre estuvo en la guerra, estuvo involucrado en la guerra, las víctimas también pertenecen a la familia. Esto se puede ver muy a menudo:


Ejemplo
Una vez alguien en los Estados Unidos, uno un tanto alborotador dijo: Mi padre fue un héroe. Con otros compañeros conquistó una isla. Él estaba en la compañía que luego de duras pérdidas consiguió izar allí la bandera norteamericana.

Entonces coloqué a representantes para los camaradas de su padre que habían caído en la acción. Después puse a cinco representantes para las víctimas de Hiroshima, víctimas de los americanos. El padre estaba completamente rígido, mientras que el hijo era atraído irresistiblemente hacia los camaradas muertos y las víctimas de su padre. Entonces enfrenté al hijo con su padre y le hice decir: “Yo me voy con ellos, lo que te suceda a ti me da lo mismo”. Y él lo dijo, tan ligado estaba a los muertos de su padre. El padre recién se ablandó cuando miró al joven fijamente a los ojos y pudo ver lo que con su rigidez había provocado en su hijo. Entonces el padre pudo prestarle atención a los muertos, el hijo pudo prestarle atención a su padre y el padre pudo junto con el hijo alejarse de los muertos. Algo parecido hemos presenciado aquí.

La conciencia familiar
En este contexto quisiera decir algo más. La conciencia familiar no sólo tiene una ley por la cual todos los que forman parte de ella deben pertenecer. Y por esa razón en esa conciencia no existe la diferenciación entre bueno y malo.

También impera otra ley. Esa ley dice: Aquellos que estuvieron antes tienen prioridad sobre los que vinieron después. Jamás uno que llegó después tiene derecho a inmiscuirse en lo que hicieron los anteriores. Si alguien lo hace fracasa. Más allá de lo que alguien haga, por ejemplo, si alguien quiere suicidarse como expiación por la culpa de su padre, será en vano. No ayuda a nadie. Pero él tendrá la sensación de ser grande e inocente.

Todo héroe que así fracasa se siente sin embargo grande. Pero después estará abatido. ¿En qué lo ayudó su grandeza?

El destino
En las Elegías Duinesas de Rilke hay una parte muy bella en la que el poeta describe cómo el destino se oculta tras la cortina. Allí hay un niño pequeño y la madre se detiene frente a su cama. Ella lo protege del destino. El niño aparenta ser un niño protegido. Y sin embargo el poderoso destino ya está oculto tras la cortina – y nosotros no sabemos lo que viene.

Entonces el niño se duerme y de repente tiene fiebre. En sueños salvajes desciende a los orígenes de los padres y a las gargantas de las madres, allí donde yace el horror. Y lo horrible sonríe. Cuando el pequeño llega el destino sonríe. Lo horrible sonríe, en profunda armonía. Entonces el niño acepta todo lo violento y se convierte en alguien completamente distinto. Él ya no es más un niño inocente. El está desde el principio entrelazado con algo grande.

Después el niño crece y es un hombre. Encuentra una mujer y esta mujer cree que tiene influencia sobre él. Sin embargo Rilke le dice a ella: ¿Crees realmente que tu leve movimiento lo conmociona así? Tiempos primitivos bullen en su sangre.

Al final de esta bella elegía –es la tercera- Rilke le dice a la mujer: “Dale una grata y sincera tarea cotidiana. Confiérele la primacía de las noches. Detenlo”.

Esto es verdadera humildad. En contacto con lo grande somos humildes.



Muchas Gracias Sony por la aportación que haces cada día al Universo!!

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